lunes, 29 de julio de 2019

Contigo, sin ti...

Lunes 29 de junio de 2019

Son las cuatro y veinte de la tarde de uno de esos días; Un día en que el olor de las velas impregnan mi habitación, un día en el que las tiernas voces de mis hijos no consiguen llenar el hogar.
Estoy en tu cuarto, ese despacho improvisado que armamos para no oír el eco de tu ausencia; Sentada sobre el tejido blanco, bolígrafo en la mano derecha y café en la izquierda, sentada en este mundo, que quienes me conoce saben que es mundo del revés, un mundo en que me miro desde un espejo inexistente.
Alzo la mirada, te veo, ¡ qué hermosa eres pequeña! Y el mar comienza a brotar, mis cristales se empañan, mi estómago se encoge, respiro, alzo de nuevo la vista, junto a ti descubro a tus hermanos, pienso, recuerdo... Tiempo, tu regalo, tiempo para encontrar razones para vivir, razones para "seguir nadando", 5 años, 1 mes, 6 días... nunca es suficiente, no importan los minutos, te preparas para algo que sabes seguro va a suceder, sabes cuál es el final de la película, sueñas con él, piensas qué hacer cuando suceda, cómo te sentirás, cómo actuarás... y de repente te das cuenta, ya han pasado seis meses desde que ocurrió.
Y hoy, 6 meses después, me decido a recordar, quiero desempolvar estos siete años de recuerdos y hacerlos eternos en un trozo de papel. La verdad es que no se muy bien por donde empezar, esta historia esta repleta de comienzos y finales, de puertas que se cierran y se abren... Ni siquiera se muy bien si la protagonista de esta historia eres tú o soy yo, quizás somos nosotros, o quizá ni siquiera exista una historia que contar.
Levanto la mirada, te miro y me pregunto, quién soy yo, pues bien, hoy soy una mujer de casi treinta y tres años, mujer joven de apariencia y vieja, muy vieja por dentro... Si una palabra me define es madre, soy tu madre, siempre lo seré... aunque tú ya no estés. Me regalaste ese título hace casi siete años, tan solo falta un mes para mi aniversario de madre, me hiciste madre un día gris, uno de los días más tristes de mi vida, el mismo día en que mi fe empezó a tambalearse, el día en que te arrancaron de mis brazos y te metieron en una cajita de cristal, me hiciste madre entre lágrimas y así sigo siete años después, pero ahora ni siquiera puedo tocarte con aquellos asquerosos y fríos guantes de plástico, únicamente puedo alzar la vista y recordar, recordar tus ojos, su brillo, tu media sonrisa, tu fuerza... Madre, qué palabra tan hermosa, cuanto significado albergan esas cinco letras, pero centrémonos... estaba tratando de explicar quién soy...
Mujer de casi treinta y tres años, joven de apariencia y vieja de alma, madre, esposa, hija, hermana, sobrina, tía, maestra... Esas palabras me definen, soy esas palabras, todas y cada una de ellas, cada una con su peso en mi espalda, todas reflejan mi persona, mi camino, contigo y sin ti.
Podría describir mi apariencia aunque poco importa en esta historia, lo único importante es que me imagines sentada en una silla blanca, sobre un libro en blanco, apoyado en un escritorio blanco y observando con cariño la fotografía de mis tres retoños, cuidadosamente colocada en un marco blanco. Lo único importante, es que imagines a una mujer intentando contar una historia, la historia más hermosa y triste que ha vivido, que imagines a una madre llorando la ausencia de su hija, de su primogénita, sufriendo porque ya no la puede abrazar y al mismo tiempo alegrándose de que ya no va a sufrir más, cierra los ojos e imagínate a esta mujer que cada día seca sus lágrimas y sonríe al nuevo día, porque es madre, esposa, hija, hermana, sobrina, tía, maestra...

No hay comentarios: