martes, 20 de marzo de 2007

20-03-2007








La oscuridad se cierne sobre la sabana, los caminos cada día son más arduos, África se siente sedienta, busca pozos constantemente, sin embargo sólo en sus sueños encuentra frescas odiseas. La noche tiende su sábana blanca sobre el cálido desierto, es hora de dormir , de comenzar a soñar con un mundo diferente...

La gabiotas del mar acuden a por ella, puede volar, ya no tiene sed, dislumbra desde el firmamente las pocas luces del desierto, a dónde irá, a donde la llevarán, llega a una pequeña
costa, una casta cálida pero no tanto como el lugar del que proviene.

Las gabiotas la han abandonado, ya no puede caminar, sus palabras se han convertido en un llanto desolador... Se siente indefensa hasta que... llega ella, huele a flores que jamás ha visto, la coge en sus brazos, se sienta a su lado, descubre un pecho y ella sólo puede que empezar a mamar, como el cordero cuando coge fuerzas y se pone de pie al nacer, como cuando el cachorro sin vista aún encuentra la ubre de la madre, en ese instante se crea un vinculo entre ellas, un vinculo de protección, una sensación que las une para siempre, la sábana queda atrás, los rasgos nativos también, su piel negra se convierte en blanca como la leche, las dos se echan a dormir en la playa.

Cuando despiertan oyen una voz HA SIDO NIÑA! ENORABUENA, luego la luz reolandece en lugar, posan a África en un pequeño camastro blanco, cientos quizás miles de personas la miran, la cogen, alabann su belleza... pero ella sólo tiene fuezas para llorar, ya no recuerda la sabana, solo puede recortdar el olor a flores y la sensación de complicidad que esa mujer de blanco por siempre la dará.